Dicen los carnavaleros que en "Cai hay que mori", comer y beber; la provincia es “pa morí”, gastronómicamente hablando.
Por la mañana una rebaná de pan de una buena telera
morena con ese aceite verde de la sierra o con manteca colorá,
escuchando al vendedor de periódicos gritando !el diario Cai!.
Adentrarse en el mercao de abasto (Plaza de las Flores), -vamos, lo
mismo que decir Carrefour-, viendo y oliendo el pescao, ese pescado de
la bahía que luego vamos a degustar frito o aliñado, o la plancha, y más
tarde, probar, en temporada, unos ostiones o unos erizos con media
limeta de vino fino de Chiclana y desde allí sin tardar, a la calle
Feduchi para probar la mejor manzanilla de Sanlúcar que guarda el
frescor del viejo roble californiano, copita y dos aceitunas de anchoas,
según los cánones de herencia pasada de padre a hijo.
A mediodía
irse a la Alameda de la Apodaca y sentarse, con una cervecita Cruz
Blanca en el velador, y mirar de vez en cuando el perfil que tenemos
enfrente del Puerto Sta. María, levantarse y andandito irse al barrio
caletero de la Viña donde te dan el jamón y los chicharrones en papel de
estrasa con unos piquitos crujientes de Jerez.
A la hora de
comer un marrón de pescaíto frito con su periñaca o una urta a la
roteña, y parar para degustar unos tocinitos de cielo de Jerez o Tarifa,
amarguillos de Medina y un moscatel de la bodega Sanatorio de Chiclana.
A
la hora de cenar, ¿no vas a probar los langostinos tigraos de Sanlucar
con una mijita de manzanilla? o atún rojo de Bárbate, vuelta y vuelta, y
que les pongan unas verduritas de Conil completando con una ternera
retinta con su salsita de vino blanco y ajitos picaitos de Vejer; y para
terminar de cenar de Güisquises nada, un brandy longevo “bebío a
buchitos.
DECÍA UNA CHIRIGOTA DE CÁDIZ........después de Cai no hay ná…¡que aproveche! (Quino Moreno)
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