Humanismo, funcionalidad y gastronomía son los tres pilares sobre los que se sustenta este rompedor espacio, ubicado en el antiguo hotel Aristos del chef madrileño
Habitaciones funcionales, un servicio basado en la cercanía y una cocina de producto adaptada a las diferentes franjas horarias y apetencias del comensal, definen el nuevo proyecto de Juan Pablo Felipe. Un cocinero en espíritu y empresario hotelero en funciones que ha sabido, una vez más, adaptarse y adelantarse a las tendencias que demanda la sociedad. De la misma manera que hiciera hace ya 20 años con la apertura de El Chaflán, el restaurante de vanguardia en el que llegó a ostentar una estrella Michelin, rompe ahora moldes con La Posada de El Chaflán. Y lo hace en un tono mucho más desenfadado, sincero y trasgresor, con una propuesta económica, sostenible y original, al más puro estilo de los hostels que triunfan en Londres, Berlín o Nueva York.
Tras casi un año de obras, el establecimiento que fuera sede del hotel Aristos y del restaurante El Chaflán, ambos dirigidos por Juan Pablo Felipe, reabre sus puertas con una estética y filosofía conceptual totalmente renovadas. Del diseño de este nuevo espacio, concebido como una “casa de huéspedes del siglo XXI”, se han ocupado los arquitectos Jesús Manzanares y Rafael Benítez, quienes han incorporado algunos de los movimientos estéticos más punteros de los años 70 en Inglaterra, los 80 en Francia y los 90 en Alemania y referencias artísticas a sus autores más representativos para lograr una atmósfera tan acogedora como inusual.
El espacio impresiona desde la propia entrada, franqueada por unos imponentes cilindros de madera multicolor, inspirados en la obra móvil del artista conceptual André Cadere. Tras la recepción, donde ya se respira ese trato “humanista” de un equipo que mima, atiende y se desvive como el mejor anfitrión, vuelve a sorprender el tiro de las escaleras, cubierto con coloridos brochazos, en referencia al arte callejero del pintor berlinés Frank Akermann.
EL JUSTO ALOJAMIENTO
Colores y luces fluorescentes, en homenaje al trabajo con tubos de neón del neoyorquino Dan Flavin, y materiales urbanos, como cristal, maderas recicladas, ladrillo visto y hormigón, visten 47 habitaciones bien resueltas y equipadas con lo justo y necesario para el viajero más cosmopolita. Las estancias que se dividen en cuatro categorías: individuales, dobles, doble superior y Magnun, estas últimas con terraza. De su decoración, austera y funcional, destacan los vinilos de Cristina Calvo, basados en fotografías artísticas y evocadoras de algunas de las recetas más míticas de Juan Pablo Felipe, incluyendo curiosidades, reflexiones y, a veces, hasta poemas del chef en torno a ellas: el atún con una corona (literal) de laurel, el pulpo reptando por un pared, o peces plantados en macetas en alegoría a las sardinas a la jardinera son algunos de los platos retratados, que ofrecen un diálogo gastronómico con el huésped del hotel.
Y es que La Posada de El Chaflán es sobretodo un espacio culinario abierto al público madrileño, en el que volver a disfrutar de la mejor cocina de Juan Pablo Felipe: sus productos fetiche, como el atún de Almadraba o los pescados, y sus paltos más brillantes como el risotto o la primera versión del cochinillo, todo ello en un formato actualizado y adaptado a los nuevos hábitos de consumo.
LA COCINA DE JUAN PABLO PARA PROBAR Y COMPARTIR
La planta calle del establecimiento alberga un restaurante con zona lounge y un bar de tapas con mesas altas y una barra cubierta de troncos de madera auténticos, en alegoría al Land Art o arte medio-ambiental de Robert Smithson. Aquí se puede picar a base de paninos, como el de Torta del Casar y trufa, el de jamón ibérico con pimientos o el de anguila ahumada con mascarpone, sándwiches y tapas frías y calientes como cebiche de pulpo, coca de atún, ensaladilla rusa “technicolor”, tortillitas de camarones o bravas “al cubo”.
La sala del restaurante se presenta con frescura y viveza manteniendo algunos de los elementos más representativos de El Chaflán, como el lucernario acristalado del techo, el olivo o la imponente cocina vista, pero pincelado de alegres colores y juegos de volúmenes como el césped amarillo que cubre el suelo a modo de moqueta, todo ello inspirado en la teatralidad y puesta en escena de objetos cotidianos descontextualizados del artista francés Philippe Parreno. En ella vuelve a verse además la influencia de Smithson: un letrero luminoso de hotel de carretera, símbolo del famoso Hotel Palenque, en México, que llamó la atención del artista en su más conocido trabajo fotográfico.
La oferta del restaurante se plasma en una dinámica carta en la que todos los platos pueden pedirse por raciones o medias raciones permitiendo probar, compartir al centro y comer contundente y casero desde solo 15 €. Tartar de atún rojo, espárragos blancos fritos con mahonesa tibia, alcachofas con presa ibérica o ensalada campera de primavera son algunos de los platos perfectos para empezar. Como principales destacan el risotto de hongos y el arroz de bogavante, y en los segundos la corvina en bullabesa de mejillones, los chipirones de potera a la brasa, el atún rojo a los tomates, las costillas de buey Wagyu, la hamburguesa de toro o el cochinillo en su jugo con puré de limón. En los postres no faltan tampoco clásicos de El Chaflán como los quesos de España en formas o el Vulcano de choco y limón.
La Posada del El Chaflán se completa con una zona lounge con sofás y mesas bajas para tomar una copa antes o después de comer y cenar y con una terraza de verano inspirada en el jardín propio de un hogar, con vegetación y muy coqueta. En definitiva, un multiespacio enfocado a recibir y agasajar al cliente actual
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