miércoles, 20 de febrero de 2013

CANTABRIA EN DIEZ INSTANTES

Enrique SanchoSon diez, pero podrían ser cien o mil, o quizá solo uno: intenso, duradero, conmovedor... Cantabria, fiel a su eslogan, propone infinitas emociones, innumerables momentos para disfrutar, para saborear, para soñar. A cada hora del día y de la noche, en cualquier lugar de su concentrado territorio, solo o acompañado esta tierra no deja de sorprender. Aquí hemos seleccionado diez instantes que hay que vivir... cuanto antes.UNO. Amanecer en la bahía. La primera vez que uno observa el mar desde el bello Paseo de Pereda de Santander se siente un poco desconcertado, se piensa que ya que la ciudad está en la cornisa cantábrica, el mar que se ve está al norte, pero no es así. La bahía de Santander forma una gran ensenada y en esa parte la ciudad, y el mar, están orientados al sureste. Por eso produce cierta sorpresa ver amanecer sobre el mar y observar los primeros rayos del sol reflejarse sobre las fachadas del paseo, envolviendo a sus árboles o creando mil contraluces en los barcos del cercano Puerto Chico. Es un espectáculo apasionante sobre todo cuando hay las frecuentes nubes que crean infinitas tonalidades. La vista del mar es maravillosa, pero también la de la ciudad que va surgiendo entre las sombras hasta mostrarse en todo su esplendor. Una buena forma de comenzar el día.



 
 
DOS. Nadando con tiburones. Cantabria cuenta con numerosos museos, pero tal vez uno de los más originales, ilustrativos y situado en un marco excepcional, entre el promontorio de San Martín y la playa de los Peligros de Santander, es el Museo Marítimo del Cantábrico, que ofrece al visitante una de las más ricas y variadas propuestas museográficas, entre las dedicadas a la mar y a los hombres, de cuantas se ofrecen en España. En sus más de tres mil metros cuadrados de exposición, muestra la vida marina y todas las formas de relación del hombre con la mar a lo largo de su historia. En el museo se muestra cómo es la vida en el mar, cómo hacen su trabajo los pescadores, la historia marítima de Cantabria y la tecnología marítima. Historia natural, arqueología, etnografía, construcción naval, patrimonio marítimo, cartografía, instrumentos de navegación, embarcaciones, fotografía, documentación histórica y marítima... y un acuario marino que muestra las especies que habitan el Cantábrico y otras muchas. Al finalizar la visita hay que dejar un tiempo para subir a la cafetería y disfrutar de su espléndida terraza. www.museosdecantabria.com/marítimo




TRES. En tierra de reyes. Toda la fisonomía del litoral de Santander viene marcada por la Península de la Magdalena, uno de los espacios más bellos y significativos de la ciudad. El antiguo Campo de Polo (donde se han jugados también partidos de Copa Davis), el monumento a Félix Rodríguez de la Fuente, el Paraninfo, las Caballerizas Reales, la playa de Bikinis, el Embarcadero Real son el prólogo al espectacular Palacio de la Magdalena. Los habrá más bellos, más suntuosos, más ricos, pero no hay muchos que disfruten de una situación tan privilegiada como este. Desde la cumbre de la península se pueden contemplar impresionantes paisajes naturales y arquitectónicos. El Palacio Real, de influencias inglesas, fue inaugurado en 1912 y regalado por suscripción popular a los monarcas Alfonso XIII y Victoria Eugenia que lo disfrutaron como residencia de verano desde 1913 hasta 1930. Tras la restauración, este singular edificio se ha convertido en la sede de los prestigiosos cursos de la Universidad Internacional Menéndez-Pelayo. Es un lugar perfecto para un tranquilo paseo, descubriendo las carabelas que el marino cántabro Vital Alsar donó a Santander y un peculiar mini-zoo que alberga, en espacios naturales que reciben el agua directamente del mar, a un nutrido grupo de animales marinos. No hay que perderse la vista del palacio y de la isla y faro de Mouro desde el borde del mar. Lo último para visitar la península son los patinetes eléctricos Segway que se pueden alquilar junto al Campo de Polo y el Restaurante. www.centenariopalaciomagdalena.com/es
 
 


 CUATRO. Ni santa ni llana... La primera frase que suele escucharse al visitar Santillana del Mar es el viejo chiste de que se trata de la ciudad de las tres mentiras, porque no es "ni santa, ni llana, ni tiene mar". Hay mucho que decir sobre ello, pero no deja de ser una anécdota frente a esta villa que deslumbra por su belleza, aunque la acumulación de turistas durante casi todo el año y los numerosos comercios de recuerdos y productos típicos la han convertido un poco en parque temático. Lo ideal sería visitarla en uno de los meses de invierno cuando muestra su cara auténtica, pero si se hace en otra fecha tampoco importa. Además de sus casas señoriales y palacios, la villa alberga como principal tesoro la Colegiata de Santa Juliana el edificio más representativo de Santillana del Mar y la joya más importante del románico en Cantabria. Pero Santillana no sigue anclada al pasado, aunque haya sido glorioso, la villa continúa la evolución que la ha traído hasta nuestros días y cuenta con una ferviente actividad cultural, que la convierte en uno de los referentes de Cantabria y el resto del territorio nacional. Una villa abierta a todos, cada día y cada hora del año, una villa moderna y actual, de ocio, de arte, de turismo y preparada para un futuro prometedor. Si te lo puedes permitir, alójate en el hotel cinco estrellas Casa del Marqués que fue la residencia del primer Marqués de Santillana del siglo XV (tel.: 942 81 88 88 y www.hotelcasadelmarques.com), precio de oferta 170 euros con dos entradas gratis al parque de Cabárceno (www.santillanadelmarturismo.com).
 
 



CINCO. No es la original pero... Mientras políticos, arqueólogos y científicos siguen discutiendo durante años (lleva 11 cerrada) si se puede abrir de manera limitada al público, la réplica de la cueva de Altamira y el museo junto a ella, que fueron inaugurados en 2001, son las mejores opciones para darse una idea de lo que es la "Capilla Sixtina del Paleolítico". Los últimos avances tecnológicos y una inversión en su día de más de 4.000 millones de pesetas permiten al público disfrutar de una reproducción exacta de la Cueva de Altamira, así como de uno de los museos más importantes de la prehistoria de España. Grandes cristaleras presentes en el edificio del arquitecto Juan Navarro Baldeweg simulan la entrada a la cueva tal y como era hace 15.000 años y junto a ellas una proyección virtual muestra cómo se desarrollaba la vida cotidiana de los habitantes de Altamira. A través de una pasarela el recorrido transcurre por una reproducción de la excavación arqueológica y el taller del pintor de Altamira, en el que varios vídeos muestran la técnica empleada para llegar finalmente a la sala de polícromos, que ha sido reproducida con las mismas dimensiones que tenían antes de que un derrumbe redujera su espacio en la Prehistoria. En el museo, vídeos interactivos, dibujos animados, objetos prehistóricos procedentes de numerosos museos, principalmente el de Prehistoria de Cantabria, y facsímiles de otras cuevas de la región son algunos de los contenidos del Museo, a través de cuyas diferentes secciones el visitante puede adentrarse en la prehistoria peninsular y los diferentes aspectos de la vida en ese periodo: el arte, la cultura, la vida cotidiana y las técnicas de caza. Una advertencia, aunque se trata de una reproducción, está terminantemente prohibido hacer fotos en el interior de la neocueva (www.cuevamuseoaltamira.com).
 




SEIS. De cueva en cueva. Cantabria atesora más de 6.500 cuevas en las que las primeras muestras del arte y la espiritualidad humana se combinan con los prodigios de la naturaleza, creando un oculto universo único. Buen ejemplo de ello son los más de 30 kilómetros de galerías que componen la Cueva del Soplao que, si bien fueron utilizados en tiempos recientes por los hombres para extraer su mineral, constituyendo también un excepcional patrimonio de arqueología minera, destacan sobre todo por su peculiar interés geológico. Las sensacionales formaciones que la cavidad alberga en su interior dan lugar a todo un juego de claroscuros, sensaciones, colores y formas que desafían las leyes de la lógica. En El Soplao hay cientos de estalactitas y estalagmitas, columnas y banderas de piedra, pero destacan especialmente los elementos con formas excéntricas que crecen componiendo todo tipo de círculos, espirales, tirabuzones, etc. incluso sin tener en cuenta la gravedad. La calidad, blancura y sobre todo la abundancia de sus formaciones en aragonito y calcita la convierten en una cavidad única que tendrá que ser declara Patrimonio de la Humanidad más pronto que tarde. El recorrido turístico de la cueva, o "de pasarela" es de unos 1.200 metros, puede hacerse incluso de silla de ruedas y hasta la cueva se accede en una réplica de tren minero. Hay otro tramo abierto al público con el nombre de Turismo-aventura en el que los visitantes podrán recorrer hasta 3 kilómetros dentro de la cueva, cuya longitud total es de 14 kilómetros. La visita requiere una indumentaria especial, casco con luz y botas de agua (www.elsoplao.es).



SIETE. Religión, naturaleza, paisaje... Aunque hasta 2017 no se celebrará el siguiente Año Santo Lebaniego, el Monasterio de Santo Toribio en plenos Picos de Europa, sigue siendo una parada obligada del viajero, incluso para los menos religiosos. Destaca su situación en uno de los valles más hermosos de Cantabria, de los valles, habría que decir, porque en realidad son cuatro los que se unen en este rincón cántabro custodiado por las montañas, la mayor parte dentro del Parque Nacional Picos de Europa, y cuyo eje central es Potes uno de los pueblos más pintorescos de la zona y el más concurrido. Sus calles, atravesadas por numerosos puentes, cuentan con edificios y monumentos con siglos de historia, como las torres del Infantado y la de Orejón de Lima (siglo XV). Su parte antigua está llena de callejuelas y caserones que son testigos del antiguo esplendor del lugar. En la Torre del Infantado, recientemente restaurada, se ha alojado el Centro de Estudios Lebaniegos. Potes y Liébana son el paso obligado en la ascensión hacia el punto más alto de los Picos y el teleférico de Fuente Dé. Muy cerca está el Balneario de La Hermida que, junto con los de Puente Viesgo, Solares y Liérganes, entre otros, conforman la oferta excepcional de Cantabria en aguas termales. (www.liebanaypicosdeeuropa.com).




OCHO. ...y la mejor gastronomía. También es esta buena zona (toda Cantabria lo es) para disfrutar de la gastronomía. Sin duda el plato más característico de la comarca es el cocido lebaniego a base de suculentos y variados ingredientes: carne, chorizo, cecina, tocino, repollo, patatas y otros condimentos, sobre la base de pequeños y finos garbanzos, cocinados a fuego lento, que logran una sustanciosa preparación difícil de igualar. Se sirve en primer lugar un caldo con fideos obtenido de la cocción de los ingredientes, y se continúa con los garbanzos, el relleno y el compango. No hay que confundirlo con el cocido montañés, también frecuente en la zona, que se hace con alubias y berzas, aunque los demás ingredientes son similares. El cerdo también está presente en la gastronomía lebaniega: boronos, embutidos, morcillas... El vacuno es un factor decisivo en la economía y la mesa local. Son carnes de calidad e incluso con denominación de origen. De Liébana proceden dos de las tres denominaciones de origen que poseen los quesos de Cantabria: el queso picón Bejes-Tresviso y los quesucos de Liébana. El queso picón típico de los Picos de Europa, cuya producción artesana se concreta en los pueblos de Tresviso y Bejes, se elabora con leche de vaca, oveja y cabra en diferentes proporciones, madurando en cuevas naturales a una altitud entre 500 y 2.000 m., donde se desarrolla el Penicillum Autóctono, lo que da lugar a su característica masa cremosa de sabor y olor fuerte, y mantecoso al paladar. Los denominados quesucos de Liébana son de pequeño tamaño y escaso peso. Se producen de forma artesana y sin sofisticaciones. Son muy apreciados por la diversidad de aromas, sabores y texturas, y entre ellos destacan los ahumados de Áliva y el fresco de Pido. Pero, además, como las distancias son cortas, también forman parte de la gastronomía de la zona, las deliciosas anchoas, los pescados y mariscos, la caza y las conservas. No hay grandes vinos en Cantabria, aunque empiezan a mejorar, pero sí excelentes orujos. Su lenta destilación provoca una graduación extraordinaria y se distingue por su sabor dulce y su refinado aroma a pepita de uva. Su producción artesanal controlada asegura su calidad y mantiene su bien merecido prestigio (www.cantabriajoven.com/gastronomia/itinerarios.htm).




NUEVE. Gorilas casi sin niebla. En el Parque de la Naturaleza de Cabárceno, donde pocas veces hay niebla, viven cebras, osos, jirafas, leones, monos, linces, aves rapaces, leones marinos, jaguares, avestruces, bisontes, búfalos de agua, camellos, ciervos, dromedarios, elefantes, gacelas, gamos, hienas, hipopótamos, llamas, lobos, papiones, rinocerontes, tigres y todo tipo de reptiles. Y hasta vacas tudancas, naturales de la región. Así hasta 900 animales de un total de 120 especies. Pero las estrellas del parque desde hace años son los gorilas. También los que más noticias han generado, algunas de ellas tristes. Primero fueron Niki y Nadia que, al parecer no se entendían bien y no conseguían tener descendencia. Trajeron a Wima y su hija Chelewa y la joven pronto se quedó embarazada, todo fue alegría, nació la bebé y hubo aún más alegría. Pero duró poco, con apenas once días su madre la aplastó en una caída accidental. Una nueva gorila para Niki y otra vez ha habido suerte. Moja, la gorila procedente de República Checa, está gestante y tendrá a su bebé en marzo. El parque de animales de Cabárceno, con una media anual de 500.00 visitantes, es considerado por el Gobierno de Cantabria como "el mayor recurso turístico de la región". Entre las novedades que se anuncian está la 'Visita Salvaje a Cabárceno', en el que los visitantes podrán ver desde muy cerca (separados por una reja, claro está) a los animales y darles de comer. Además, en Cabárceno, el Gobierno pretende construir un teleférico con dos líneas de telecabinas y cuatro estaciones, que espera sea usado por 200.000 personas. Costaría doce millones de euros, de inversión privada, pero el parque lo merece porque tiene «gran repercusión a nivel nacional e internacional, como enclave único de la naturaleza», se afirma desde el Gobierno regional (www.cantur.com).


 
 

Y DIEZ.

De nuevo el mar. Aunque, como se ha visto, en Cantabria hay valles y montañas, pueblos, museos, cuevas y santuarios, es sobre todo el mar quien marca todos los recorridos. Pero elegir un solo lugar para este último “instante” no es tarea fácil, no en vano esta pequeña Comunidad cuenta con 220 kilómetros de costa y no menos de 90 playas de todo tipo: grandes, pequeñas, urbanas, agrestes, recogidas y tranquilas o abiertas al mar Cantábrico. Las playas de El Sardinero, ubicadas en el núcleo urbano de la ciudad de Santander destacan por su belleza además de ser unas de las más visitadas. Totalmente distinta es la playa de Oyambre, situada en la costa occidental, junto a la desembocadura de la ría de La Rabia y en pleno parque natural que lleva su nombre, se caracteriza por ser una de las mejor conservadas de la región. Destacan sus impresionantes dunas, cita obligada para aquellos que disfrutan de los paisajes naturales. Y como ejemplo en la costa oriental, se encuentra la playa La Salvé, en la localidad de Laredo. Se trata del arenal más extenso de todo el litoral cantábrico. Y, naturalmente, junto a ellas pueblos y villas llenos de encanto y sabor (nunca mejor dicho porque en ellos se come de maravilla): San Vicente de la Barquera, Comillas, Suances, Noja, Santoña, Laredo, Castro Urdiales...

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