miércoles, 24 de octubre de 2012

La Haya se viste de gala para celebrar los 200 años de la monarquía holandesa


Enrique Sancho

La ciudad de La Haya se dispone a celebrar los 200 años del Reino de Holanda y se lo toma con tiempo, ya que las diferentes fiestas, eventos y actos con este motivo se alargarán entre 2013 y 2015. Pero a los holandeses no les gusta dejar nada a la improvisación y un acontecimiento de esta magnitud hay que prepararlo con suficiente antelación. Por eso, la ciudad y otros lugares de los Países Bajos ya han planificado un buen número de actividades para dar al cumpleaños todo su esplendor.



Se ha creado un Comité Nacional responsable de la conmemoración bajo el lema “200 años juntos” que pretende que todo el mundo dentro del reino forme parte de estas festividades y que se pongan en valor los cinco logros fundamentales que son el foco central de las celebraciones: Los derechos personales y las libertades; Instituciones estables en un Estado de derecho; Orientación internacional; Espacio para una sociedad social activa y Unidad en la diversidad. Las celebraciones serán de todo tipo: culturales, educativas, de carácter internacional, políticas y deportivas.

Sin duda uno de los actos más espectaculares será la recreación en la playa de Scheveningen del desembarco de Federico Guillermo I de Orange exactamente el día en que lo hizo doscientos años más tarde, el 30 de noviembre. 



La ciudad museo

Pero mientras llegan los eventos principales, La Haya, que en sus orígenes fue un coto de caza de los duques de Holanda para convertirse en el corazón de la vida de la corte a partir de que Guillermo de Holanda construyera aquí un castillo en 1248, muestra su mejor cara a los visitantes. La ciudad, que muchos consideran la capital de Holanda, aunque en realidad lo es Amsterdam, es una urbe elegante, con parques y plazas muy amplias, cuya forma de vida seria y tradicional está en consonancia con su papel de capital diplomática, sede de la corona y con el de centro mundial de paz y justicia. Liberal, pero profundamente anclada en tradiciones; discreta, pero suntuosa por dentro; culta, tranquila y profundamente democrática. Un tanto estricta en su amor a las reglas, a las leyes, a los protocolos de una bondad mundial un poco irreal.

La Haya esconde detrás de su vistosa neutralidad una nutrida actividad artística. No en vano la ciudad es la sede de las academias de música y baile de Holanda. Sus salas de conciertos están siempre abarrotadas de público; sus impecables calles, llenas de anticuarios y galerías de artes.



El corazón de la ciudad y su principal monumento es el Binnenhof, sede del Parlamento, donde cada año en otoño tiene lugar la ceremonia de apertura del año político con las carrozas de oro y toda la parafernalia de la corte real. Durante siglos, el Binnenhof de La Haya ya sido el centro neurálgico de la política de Holanda. Todos los asuntos políticos y de estado se debatían y siguen debatiéndose aquí. Los edificios del Binnenhof y su dilatada historia merecen una visita y como aquí no se oculta nada, se pueden hacer recorridos guiados a través del Ridderzaal (Salón de los Caballeros) y conocer el Senado o el Congreso del Parlamento. El complejo actual cuenta con un lago, el Hofvijver, que recuerda que esto es Holanda, el país que le roba tierra al mar, y en el que se refleja la fachada creando un ambiente bucólico en pleno centro de la ciudad. En una esquina de la parte de atrás del Parlamento se alza un pequeño palacio del siglo XVII, el Mauritshuis, conocido como la Real Galería de Pintura, que está en proceso de ampliación.

El Maurithuis, que como las buenas joyas y casi todo en La Haya es de pequeño tamaño pero grande en valor, conserva en su colección permanente como icono principal el pequeño cuadro de Johannes Vermeer “La joven de la perla” (aunque en realidad su título original es “Muchacha con turbante”). Otros de sus cuadros más conocidos tienen títulos sorprendentes: “El modo como lo oyes es el modo como lo cantas” de Jan Steen, “La caza de piojos” de Gerard ter Borch, “Escena en un burdel” de Frans van Mieris de Oude o, el más conocido y convencional, “La lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp” de Rembrandt. Actualmente el museo está en obras hasta 2014, pero lo principal de su colección se muestra en el Gemeentemuseum.




Muy cerca del Maurithuis, y dependiente de él, se ha reinaugurado hace poco la Galería Príncipe William V, considerada como el museo más antiguo de Holanda. Se trata de una pequeña galería, emplazada en una casa de estilo Luis XIV y que alberga obras de artistas del XVII que ilustran la vida cotidiana de Holanda en esa época. La galería es una reconstrucción de una del siglo XIX, y como ocurría entonces, las paredes están abarrotadas con 150 pinturas de distinto tamaño y calidad, del techo al suelo. Es difícil apreciar algunos de estas decenas de pequeños cuadros acumulados en sus muros, pero da una imagen bastante exacta de cómo se miraba y coleccionaba el arte antes de nuestros actuales museos y galerías.

Un carácter bien distinto tiene el mencionado Gemeentemuseum, o Museo Municipal de La Haya, reabierto en 1998, que alberga una rara colección donde no faltan los trajes de época, los instrumentos musicales, los vidrios romanos, la porcelana de Delft ni, desde luego, obras maestras de Monet, Van Gogh Kandinsky, Picasso, Dumas o Jongkind. Y por supuesto, la mejor colección del mundo de Mondrian. También cuenta con una de las mejores colecciones de moda del mundo. Pero tal vez lo más interesante de este museo es él mismo, el edificio, una muestra de la arquitectura de vanguardia de los años 30 del siglo XX cuando imperaba en toda Europa en Art Nouveau. Se trata de la tardía creación del arquitecto H.P. Berlage (1863-1934). El museo es una obra de arte en sí misma, diseñada con sabiduría y ojo para los detalles. Su ladrillo amarillo y el volumen de la construcción ofrece una apariencia relajada y alegre. El interior está decorado con coloridas baldosas, preciosas vistas y una luz especial que es la envidia de cualquier museo. Ahora, además, muestra lo mejor del Maurithuis, mientras se realizan las obras de acondicionamiento de este museo tradicional.



Junto al mar

Alejándose un poco del centro se puede contemplar el Panorama Mesdag, pintado por Hendrik Mesdag en 1881, una curiosa obra circular de 120 x 14 metros, la mayor de Holanda y la mayor circular de Europa, que representa el mar, las dunas y el pueblo de Scheveningen en una figuración naturalista a la que contribuye ciertos elementos naturales, como arena, conchas marinas, maderas y vegetales. Este lienzo hace viajar hasta el año 1880, con la playa rebosante de actividad: los marineros arrastrando los barcos de pesca por la playa, una práctica militar en un lado y muchas personas disfrutando del sol y la playa. En un rincón se puede ver a la esposa de Mesdag, coautora del cuadro, pintando en la playa.

Por supuesto, la siguiente visita es la propia playa de Scheveningen, con su viejo casino y su aire decadente en la que se pueden ver todavía a mujeres que llevan el traje tradicional a diario. Protegida por hileras de dunas, y un dique camuflado en el paisaje mismo, ya no es arrasada por las tormentas, aunque el viento del Mar del Norte deja claro su dominio. Recorrer la playa en invierno es una experiencia inolvidable, monumento a una cierta melancolía nórdica, resto perdido de escasos y efímeros veranos holandeses en los que la arena es un estallido de veraneantes, chiringuitos y ferias presididos por el imponente Kurhaus, el hotel y casino del siglo XIX. Al final del paseo marítimo, la playa recupera su estado natural y el mar ofrece un sorprendente espectáculo de tonos gris plata bajo un cielo azul.

En el camino se encuentra el Vredespaleis o Palacio de la Paz, que alberga el Tribunal Internacional de Justicia y que en 2013 también celebra cumpleaños: 100 años desde que fue creado. El palacio lo inició el zar Nicolás II de Rusia, sobre la base de los ideales de pacifismo y paz mundial, que invitó a 26 naciones a constituir un tribunal mundial de arbitraje. Cuando se finalizó la construcción del Palacio de la Paz en 1913, era tan grandioso como la mismísima idea de la paz mundial. El palacio se materializó gracias a la colaboración colectiva de países de todo el mundo. Durante la visita guiada, se descubren todas las aportaciones diferentes y características que hicieron los países para hacer posibles los bonitos jardines, la arquitectura y el diseño interior del Palacio de la Paz. 

La visita a La Haya no puede terminar sin acercarse a la ciudad Miniatura de Madurodam que es una representación en maqueta de los principales monumentos holandeses antiguos y modernos a escala 1:25 y en movimiento. Los molinos de viento dan vueltas, los barcos de excursiones navegan por los canales de Ámsterdam, se apaga un fuego en el puerto, los trenes más modernos cruzan toda la ciudad por las vías de ferrocarril en miniatura más grandes del mundo. Y al anochecer adquiere una impresión de cuento de hadas debido a las 50.000 lucecitas que lo iluminan.

Ambiente y vida

Pero en La Haya no todo es cultura y arte, también es esta una ciudad que rebosa ambiente y el lugar adecuado para hacer buenas compras. Los centros comerciales se encuentran en el corazón de la ciudad, en los alrededores de la calle Grote Marktstraat. También hay numerosas tiendas en las calles Spuistraat, Venestraat y Hoogstraat. Imprescindible pasear por la agradable zona comercial de Haagsche Bluf y el Passage, la galería comercial más bonita y antigua de Holanda.

Las calles Denneweg y Frederikstraat ofrecen una excelente combinación de agradables boutiques de alta costura y tiendas de moda con las últimas tendencias. También son un lugar perfecto para tomarse un respiro después de haber pasado horas comprando, puesto que están bordeadas por los restaurantes y las tabernas de más categoría de La Haya. La calle Noordeinde merece una mención especial. Toda la moda que le falta, la suple de sobras con arte. Esta calle tiene la mayor «densidad de arte» de toda Holanda y está atestada de galerías de arte y anticuarios.

Antes de irse de La Haya hay que dedicar algo de tiempo a deambular por el barrio de Hofkwartier. Sus pequeñas callejuelas están abarrotadas de tiendas, boutiques, barberías, restaurantes, bares, anticuarios, despachos de interioristas, y muchas otras sorpresas. Y, si hay tiempo, también hay que dejarse sorprender por Chinatown: tiendas orientales, supermercados asiáticos, restaurantes chinos y todo lo demás que se puede esperar en cualquier ciudad china está al alcance en el mismísimo centro de La Haya.

Y todavía queda otra calle comercial que vale la pena mencionar, de Frederik Hendriklaan, que está algo más cerca de la playa. Es una calle larguísima que, además de contar con algunas tiendas y boutiques geniales, alberga una variedad fantástica de establecimientos de alimentación que venden productos selectos.

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